domingo, 29 de mayo de 2016

Lo siento mucho.




Lo siento.

Siento no haber sido suficiente. Suficientemente valiente, para decirte lo que siento por ti; suficientemente feliz, para no agobiarte con mis problemas; suficientemente parecida a ti, que no coincidimos ni en opiniones ni en gustos aunque nos maten. Suficientemente nada.

Siento ser incapaz de pasar un día sin hablar contigo. Siento que para ti eso no signifique nada.

Siento pensar que el color de tus ojos son como un maldito océano, y siento ahogarme en ellos. Que te prometo que lucho, pero termino rindiéndome, y hundiéndome. Todas. Las. Malditas. Veces.

Siento que haya tantas cosas que no sé de ti.

Siento no poder decirte tantas cosas, como que Madrid temblaría bajo tus pies, porque eres revolución pura. Que la Torre Eiffel se inclinaría ante ti y las luces de París no serían nada comparadas con tu sonrisa. Que los mismísimos dioses del Olimpo te tienen envidia. Todos ellos. Y que qué demonios sabrán esos idiotas que se tiran de lo alto de un avión de emociones fuertes si no han estado a centímetros de tu boca.

Maldito testarudo, que es imposible ganar una discusión contigo. Que sacudes las jodidas paredes con tus gritos y todos mis esquemas con tus argumentos. Siento quedarme callada siempre y ponerte nervioso. Siento que soportes tan poco que no me salgan las palabras porque sabes que tengo muchísimo que decir.

Siento que los buenos momentos eclipsen siempre los malos, a pesar de todo, y que sé que te gustaría que fuera más fuerte y lo enviara todo a la mierda, pero sabes que siempre busco el lado positivo de todo. Siento no poder decirte nunca que no.

Siento eso, también. Lo del positivismo. Siento no poder ver las cosas como tu las ves, siento que a mi no todo me parezca tan malo, ni blanco o negro. Lo siento, pero alguno de los dos tiene que tener un poco de fe en el mundo. Y tu no tienes ni un poquito. Así que me toca a mi.

Siento no poder hacerte cambiar de opinión, siento no poder apartarte de tus ideas y siento no poder demostrarte con hechos que a pesar de que el mundo es un desastre, siempre habrá algo por lo que levantarse por las mañanas y seguir adelante.

Siento que creas que tienes que protegerme de todo. No hace falta, de verdad. Ya tienes bastante con lo que te ha tocado. Ojalá supieras lo mucho que aguanto realmente. Pero no me escuchas. Eso no es culpa mía.

Pero a pesar de todo, no siento enamorarme de ti. Ni ahora ni en un millón de años. No diré que eres mi mejor mitad, porque esa soy yo. Que a pesar de que te diga tantísimas veces lo contrario, o que creas que soy la persona más dependiente que has conocido, realmente no voy a dejar nunca que seas más importante que yo para mí.

Pero me he enamorado de ti, y no es algo que vaya a cambiar pronto, y no voy a pedirte perdón por eso. Porque joder, si te vieras con mis ojos, lo entenderías todo. Porque como no caer rendida ante las estrellas que tienes entre las pestañas y los fragmentos de universo que se escapan cada vez que parpadeas.

No voy a pedir perdón por perder ante algo contra lo que no puedo luchar.

No pediré perdón por perder ante ti.  

domingo, 22 de mayo de 2016

¿Ha matado la tecnología al romanticismo?

¡Buenas (y románticas) noches!




Dicen que cualquier tiempo pasado fue mejor. Y puedes estar más de acuerdo con esa afirmación o menos. En mi opinión, hay cosas que solían ser más hermosas en el pasado. Aunque reconozco que no todas.

Por ejemplo, ¿cuantas cartas escritas a mano habéis enviado y recibido? Con sinceridad. Para mí, que se pierda esa costumbre es una de las cosas más tristes que hay. Enviabas la carta y esperabas con ilusión a que llegara la respuesta. No tiene nada que ver con los mensajes o emails, realmente ponías todo tu esfuerzo en esa carta.

Para conocer a alguien, te veías obligado a pasar tiempo con él o ella, en lugar de estar pegado las 24 horas del día pegado a la pantalla del móvil esperando a que te digan algo. Y hablando del pasar tiempo con alguien, que levante la mano el que haya estado con su teléfono en una reunión con amigos. Ya, lo sé. Ahora esto podría resumirse en esa famosa escena de Mean Girls. Estoy segura que todos sabéis de qué hablo.

¿Y qué hay de las citas? Esto no tiene nada que ver con la tecnología, la era de los smartphone y demás, pero, ¿por qué se han perdido? Nadie pide citas, cuando es una de las cosas más románticas que había. Ahora la gente queda e improvisa, pero anda que no me gustaría a mí que un chico se esforzara en planear la velada perfecta.

Si la película 101 dálmatas tuviera lugar en los tiempos modernos, estoy segura de que al caer al agua estarían más preocupados de salvar sus aparatos electrónicos que de hablar el uno con el otro.

¿Y de qué van a hablar los poetas y escritores ahora? ¿Donde van a encontrar la inspiración, si nos pasamos la vida con la nariz pegada a una pantalla, en lugar de metida en un buen libro? Hay tantas musas que van a pasar desapercividas de ahora en adelante. Y las que sean encontradas, ¿cómo van a ser descritas? ¿Qué van a estar haciendo? Porque a mi no se me ocurre nada menos poético y carente de significado que un móvil. Aunque bueno, esa es solo mi opinión.

No digo que la tecnología sea lo peor que nos ha pasado, porque si no os habéis dado cuenta, estoy escribiendo en una plataforma de internet. Solo digo, que ojalá supiéramos administrar mejor nuestro tiempo, y ojalá fuéramos capaces de combinar todo lo nuevo que se nos entrega con todas esas cosas del pasado que tenían belleza en ellas y que no deberíamos perder.

Y con esta pequeña reflexión me despido por esta semana,


¡nos leemos pronto, viajeros!