domingo, 23 de octubre de 2016

AM


Es muy fácil arrepentirse de noche, cuando todo está en completo silencio y todo y todos están durmiendo. Cuando incluso los pubs de la ciudad están cerrando las puertas, porque solo quedan un par de borrachos, que van a salir del local a trompicones buscando otra fiesta, hasta encontrar un portal en el que dormir la mona hasta la mañana siguiente, y entonces la quietud va a inundar la noche, solo cortada por el ruido de una sirena lejana, hasta que salga el sol dando comienzo de nuevo a la rutina.
Es muy fácil arrepentirse a esas horas. Es muy fácil echar de menos a alguien. ¿Por qué no le pedí que se quedara? ¿Por qué no le dije como me sentía? ¿Por qué no le demostré que le quería? ¿Por qué no luché más? Y un sin fin más de por qués sin respuesta que te atormentan hasta tal punto que ni te das cuenta de la hora que es. También es muy poético, y qué bien se escribe de noche, cuando nadie te molesta.
La cosa es, que yo no te pienso de noche (que también). Pienso en ti a las 8:30 de la mañana, mientras me abro paso entre un mar de gente para llegar a clase y me empujan de un lado a otro porque ya no quedan personas consideradas en el mundo, y pienso en ti a las dos de la tarde, cuando estoy comiendo con más gente y mi cabeza no debería estar a tu lado; y pienso en ti otra vez a las 6, porque sí. Porque es muy fácil pensar cuando no se puede hacer nada más, pero yo siempre encuentro sitio para ti. Aunque tu no lo hagas. Como nunca lo hacías, como probablemente, nunca lo harás.
Y también te echo de menos, cuando alguien usa alguna de tus expresiones, o cuando bromeo con algo que solo tu entenderías, y sonrío para mí, porque sé que nadie más va a pillarlo. Te echo de menos cuando echan tu serie favorita, y te echo tanto de menos que a veces incluso puedo imaginarme qué opinarías de cualquier cosa si estuvieras allí.

Me he arrepentido hoy, a las 7 de la tarde, de no haberte abrazado ese día que probablemente fuera el último, aunque no lo recuerde demasiado bien. De mi manía de tragarme las palabras y los sentimientos hasta que no me dejan respirar, y de escribirte después. Porque siempre te escribo, que ya no sé como no hacerlo, ya no sé como no esconderte en mis palabras, si cuando me doy cuenta estás ahí. Y me he arrepentido de seguir deseando que algún día tú te arrepientas de no haberte quedado, de no haberme mantenido a tu lado. Aunque sean las tres de la madrugada y no tengas nada mejor que hacer.

-Marie G